sábado, 2 de octubre de 2010

CONFESIONES DE UN ESCRITOR


Quiero hablarles de la desesperante sensación que se apodera de mi mente cuando estoy frente a un papel en blanco.
La infinita blancura del vacío parece hurtarme la vida cada vez que poso la mirada sobre la hoja en blanco. Porque la blancura es vacío, un abismo infinito de vacío, cuyo objetivo es apoderarse de mis palabras para llenarse, para existir, para crecer hasta la infinidad y convertirse en un monstruo que luego habrá de perseguirme con la intención de devorarme. Pero yo, víctima de la insaciable gula psíquica del monstruo, igualmente lo necesito para vaciarme. Ambos nos necesitamos, y ninguno podría existir sin la intervención de la fuerza del otro.


¿Qué importan las palabras si se pierde la inocencia?
 ¿A qué te ha llevado todo esto?
¿Ves lo que te hicieron las palabras?
¿Puedes ver lo que le hicieron a La Tierra?
Te hicieron morir
Te atraparon con su encanto delirante
Las palabras surgieron de la pérdida.


Cada escrito es una batalla donde el autor se juega la vida. Una guerra magnética en la cuál un soldado raso sucumbiría en poco tiempo. Avanzo, retrocedo, me muevo, permanezco inmóvil.


Pasajes de gran belleza acaban destruidos por monstruos infernales, quienes libran una terrible batalla contra el escritor que ha perdido contacto con la realidad. La guerra es por el fuego.
El fuego es la divina sustancia que otorga la fuerza al brujo,
y ha sido hurtado por los malignos pensamientos de la peste psíquica.


En una ocasión, un extraño se te acercó

y te entregó una servilleta arrugada.

Luego de arreglarla, leíste aquellas palabras perturbadoras
que cambiaron el rumbo de tu existencia para siempre.
Fuiste hechizado por el poder de esas palabras
que dejaron una huella imborrable en tu mente.

Al poco tiempo, comenzaste a escribir con regularidad.

En una ocasión, un extraño brujo negro se te acercó
y te entregó una servilleta arrugada llena de palabras.
El hombre sabía perfectamente lo que hacía, pero tú, ingenuo y orgulloso,
caíste en la trampa de la que jamás pudiste escapar.


No tengo control alguno sobre lo que plasmo sobre el papel.
Al escribir, mi único objetivo es vaciar mi mente y lograr que mis palabras lleguen a otra mente, penetren en ella y allí se reproduzcan como monstruos devoradores de conciencias.


Yo arrastro a los demás con mis palabras.
Tienen un oculto poder magnético.
Colores, espejos
y
princesas de seda.
La teoría del ESO es delirante e irrefutable.
Soy todo lo que existe. Un ser infinito e inmortal.
Conocemos la inexistencia de la muerte,
ello nos obliga a esforzarnos al máximo
para desarrollar nuestras facultades.
YO SOY YO.
Esto quiere decir que tú no existes hasta que yo decida brindarte vida.
Yo soy todos. Todos están en mí.

Vientos del AHÍ ES.
Estoy retrocediendo hacia la placenta de mi mente
No puedo pensar con claridad.
Vientos del AHÍ ES.
De nuevo me veo convertido en un fantasma,
camino por las calles sin poder hacer contacto con los demás.
Estamos en una vibración diferente. Alguno es el intruso.
¿Estoy muerto? ¿Soy un fantasma?

Algo no está bien. Algo no está bien. Algo no está bien.


No existe maldad en lo que hago. Es una cuestión de supervivencia. Sólo sigo el curso del cruel universo que despliega sus implacables fuerzas sobre nosotros sin piedad ni remordimientos.
Con cada movimiento, por más insignificante e inofensivo que éste parezca, hacemos lo que debemos para sobrevivir.
Y es cierto que todos nos devoramos unos a otros de las más horribles maneras. Somos caníbales, depredadores, bestias con un apetito insaciable. Necesitamos a cada instante. Necesitamos cada vez más. Necesitamos siempre. Necesitamos y necesitamos. Algunos me necesitan para alimentarse. Yo los necesito para sobrevivir. Esparzo mis ideas en el ESPACIO. Penetro en los demás y quiebro la resistencia de sus mentes con brutalidad.


En una ocasión, un extraño se te acercó

y te entregó una servilleta arrugada.

Luego de arreglarla, leíste aquellas palabras perturbadoras
que cambiaron el rumbo de tu existencia para siempre.
Fuiste hechizado por el poder de esas palabras
que dejaron una huella imborrable en tu mente.

Al poco tiempo, comenzaste a escribir con regularidad.

En una ocasión, un extraño brujo negro se te acercó
y te entregó una servilleta arrugada llena de palabras.
El hombre sabía perfectamente lo que hacía, pero tú, ingenuo y orgulloso,
caíste en la trampa de la que jamás pudiste escapar.


Todo escritor verdadero es un déspota cruel y sanguinario. El hombre de letras no tiene compasión. Es importante que sepan que no todo el que escribe libros es un escritor verdadero.
La escritura posee un poder devastador que sólo algunos iniciados han conseguido forjar en su obra. El poeta que conoce es un brujo. Y aunque su trabajo sea inconsciente, igualmente está hecho.
Un poema magnetizado es energía, un arma psíquica con la capacidad de ocasionar grandes cambios en el curso de la evolución mental de un hombre.


Nos conocimos en África, y fuimos arrojados al extraño reino del exilio. Allí es donde tu bestialidad salvaje ha impuesto su poder, en mágicas y toscas obras literarias,
tal vez un sólo párrafo inmortal,
deslumbrante en su magnético poder oculto.
Eras en esencia, un profundo estado antes que un cuerpo;
ondulante energía vibratoria expandía
tu mística humedad hacia el infierno fósil de la noche interminable.


Ningún escritor de conocimiento decide hacerse escritor como quien escoge ser arquitecto o médico.
A menudo son seres que no dejan de sorprenderse ante el trabajo que están llevando a cabo. Hombres profundamente angustiados, a quienes la desesperación surgida del conocimiento les obliga a crear para seguir con vida un poco más. Porque el escritor que conoce, sabe que la muerte siempre está sobre sus hombros, y puede caer sobre él en el momento menos esperado, como un rayo imprevisto y fulminante.


En una ocasión, un extraño se te acercó

y te entregó una servilleta arrugada.

Luego de arreglarla, leíste aquellas palabras perturbadoras
que cambiaron el rumbo de tu existencia para siempre.
Fuiste hechizado por el poder de esas palabras
que dejaron una huella imborrable en tu mente.

Al poco tiempo, comenzaste a escribir con regularidad.

En una ocasión, un extraño brujo negro se te acercó
y te entregó una servilleta arrugada llena de palabras.
El hombre sabía perfectamente lo que hacía, pero tú, ingenuo y orgulloso,
caíste en la trampa de la que jamás pudiste escapar.

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