Una mañana, Rostharek despertó con la mano izquierda inmovilizada. Intentó moverla durante horas, pero no pudo conseguirlo. Su mano estaba abierta; los dedos tiesos, separados y estirados.
Decidió que no sería bueno ir a trabajar en ese estado. Llamó a su jefe y le dijo que no podría asistir debido a que tenía la mano izquierda inmovilizada (no importa cuál fue la respuesta del jefe).
Abandonó su apartamento para ir al médico más cercano. Cuando se dirigía a la parada de taxis, tropezó con un enorme búho dorado que se paseaba tranquilamente por la acera ¿Qué hacía ese animal en medio de la ciudad? ¿Estaba relacionado con su parálisis? ¿Apareció para presagiar su muerte?
Se quedó unos instantes observando al búho con sorpresa y temor.
El ave lo rodeaba, caminando lentamente en círculos a su alrededor. Emitía un terrorífico sonido mientras lo miraba amenazante.
Rostharek intentó escapar de su opresor, pero éste emprendió vuelo y se aferró a su antebrazo izquierdo con firmeza. Rostharek sacudió el brazo, aterrorizado, y echó a correr pegando gritos de ayuda. El búho lanzaba aquel temible sonido y sacudía sus alas con violencia. Uno de los taxistas se acercó e intentó ahuyentar al ave con un silbido. Rostharek se desmayó a causa del pánico. Cuando despertó, estaba encerrado en una caja de cartón. Un grupo de taxistas lo observaban como se mira a un fenómeno. Se percató de que todo su cuerpo estaba tieso y paralizado. En realidad, ya no se sentía dentro de su cuerpo. Tenía garras y plumas doradas. Asomando sus enormes ojos por encima de la caja, divisó a un hombre que le resultaba familiar; corría por las calles con la mano izquierda paralizada y entumecida. Soltaba gritos de auxilio como si fuese un poseído que siente la opresión de su verdugo y no puede hacer nada para liberarse.
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