« En ocasiones, el mismo ex-visionario, después de volver a la normalidad, después de esa conciencia tan viva de «ESO» de la que sólo resta algo totalmente imperceptible, ya no sabe qué pensar. »
HENRY MICHAUX
A gran velocidad, bajó las escaleras para escapar del monstruo que lo perseguía. No había alcanzado a verlo. Pero desde el instante que se levantó de la cama (a las 7 de la mañana) supo que aquel monstruo del infierno estaba escondido en el ropero; acechando, aguardando el momento para atraparlo. Había permanecido oculto allí toda la noche ¿Por qué no lo había atacado durante las horas de sueño?
Porque quería observarlo mientras se desvanecía de terror; buscaba enseñarle el verdadero significado del temible despertar.
El monstruo lo seguía escaleras abajo, parecía flotar en el aire, pero él no tuvo el coraje suficiente para detenerse a mirarlo. Al llegar al piso de abajo, sintió una pesada mano helada sobre su hombro izquierdo.
Envuelto en la pesadilla del horror, en un acto involuntario, giró hacia su perseguidor. Al vislumbrarlo, sintió un fuego luminoso ardiendo en su cerebro. De inmediato vio el mundo con una nueva percepción.
El monstruo se había convertido en un indígena anciano que no paraba de reír. Como un niño travieso, orgulloso de la travesura que había cometido.
Él no sintió la necesidad de comprender nada ni de hacer pregunta alguna al anciano. Todo quedó claro y perfecto. Ahora poseía el don de la visión.
Había alcanzado el temible despertar. Y nunca más podría volver a dormir
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